En el mundo hay 793 millones de adultos analfabetos y 67 millones de niños que, teniendo edad para ir a la escuela, no pueden hacerlo. ¿Podría nuestra civilización, que ha hecho de los avances tecnológicos su gran conquista, poner la tecnología al servicio de la alfabetización?
Según datos de la Unesco, 11 países, la mayoría de ellos africanos, cuentan con más de un 50% de adultos analfabetos. Asia no se libra de esta asfixiante enfermedad cultural: más de la mitad de la población analfabeta vive en el sur y en el oeste del gigante continente. Mientras, en América del Norte, Europa y Asia Central, un tímido pero vergonzoso 2% continúa asomándose a las estadísticas.
Un vínculo inevitable
Afortunadamente, en medio de esta deprimente plaga surgen iniciativas para ponerle remedio. Ya en 1997 la Unesco afirmaba que “las innovaciones en la tecnología pueden mejorar los programas de alfabetización” y que existe “un vínculo inevitable entre ésta y el uso de la tecnología”.
Prueba de ello, por ejemplo, es que se han llegado a desarrollar hasta videotecas móviles que proveen de vídeos didácticos a mujeres embarazadas de países subdesarrollados. Instruyen de un modo sencillo y en la lengua materna, y son compartidos por estas mujeres y el personal cualificado que trabaja en la región.
Otra tecnología solidaria es la promovida por la ONG Literacy Bridge, creadora de lo que sus miembros denominan un audio-ordenador. Basta echarle un vistazo para tener la sensación de que el nombre no es del todo acertado, ya que recuerda más a un juguete que a un portentoso avance de la ciencia.
Y, sin embargo, en cierta forma lo es. Se trata de un instrumento de alfabetización que está dando sus frutos en zonas empobrecidas del planeta como Ghana, al oeste de África. ¿Las claves? No requiere corriente eléctrica, puede transmitir un mismo mensaje todas las veces que haga falta, no necesita “pillar” cobertura y es terriblemente resistente a los avatares climatológicos característicos de las regiones para las que ha sido fabricado.
Modo de empleo
Para que este aparato comience a hablar a sus destinatarios alguien tiene que haber grabado previamente un mensaje. Dos son sus principales funciones: extender por las más desfavorecidas comunidades información útil tantas veces como sea necesario y ayudar en su tarea a los profesores de las atiborradas escuelas del Tercer Mundo. Estos profesionales registran sus enseñanzas en el dispositivo: alfabeto, cuentos e incluso lecciones interactivas mediante preguntas y juegos.
Es muy popular un proverbio chino que dice: “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pesar y lo alimentarás el resto de su vida”. Parece que también existen versiones tecnológicas del proverbio.