Hace tres años, la Comunidad permitió a las grandes superficies abrir durante las 24 horas del día. Argumentaban que serviría para crear empleo. Pasado este tiempo, se demuestra que no se ha contratado a más gente, sino que se ha precarizado más la situación de los trabajadores, que ahora trabajan en domingos y festivos sin tener compensación económica alguna. Además, esta ley sirvió también como sentencia de muerte para el pequeño comercio. La responsabilidad ciudadana se presenta vital para acabar con esta injusticia.
Aunque el domingo tiene una larga historia como día de asueto –de hecho los católicos manifiestan que Dios descansó el séptimo día-, no fue hasta junio de 1925 cuando se extendió el descanso dominical en España, en un periodo de conquistas laborales marcado por la huelga general de 1917. Unas conquistas que ya parecen lejanas y totalmente olvidadas.
Hace algo más de tres años, la Comunidad de Madrid dio el primer paso con la ley de Modernización del Comercio. Debería haberse llamado ley de Esclavitud del Trabajador del sector comercial. En aquel entonces, el consejero de Economía y Hacienda de la Comunidad de Madrid, Antonio Beteta, afirmó que la norma generaría empleo, más competencia en el sector comercial y por lo tanto, menos inflación en la región. Esta desregularización permite a los grandes comercios abrir las 24 horas del día, una medida que beneficia sobremanera a las estas mega superficies en detrimento del pequeño comercio.
En resumen, el argumento principal que utilizó el gobierno de Esperanza Aguirre para liberalizar los horarios comerciales era el crecimiento de empleo. Sin embargo, más de tres años después se ha demostrado que lo único que ha ocurrido es que se ha destruido empleo y se ha precarizado. Como denunciaba hace unos meses Comisiones Obreras, las grandes empresas del sector, aprovecharon la ley de libertad de horarios comerciales y la reforma laboral para modificar horarios y jornadas. “Obligaron a trabajar a todos de lunes a domingos, independientemente de lo pactado en su contrato, esto ocasionó que un número importante de trabajadores causaran baja en la empresa, al no poder soportar horarios y jornadas maratonianas”, explican.
La ley no recogía esa precariedad, sino que fue el convenio colectivo de Grandes Almacenes que en 2013 firmaron los sindicatos corporativos Fetyco y Fasga con la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución. Este acuerdo afectó especialmente a la apertura de domingos y festivos. Una de las consecuencias del convenio ha sido que los trabajadores del sector trabajen 28 horas anuales más sin compensación económica. “Antes se pagaba poco por trabajar en festivo, unos 180 euros. Pero desde 2013 se hace gratis”, reconoce César Gómez, responsable de Grandes Almacenes de Comisiones Obreras de Aragón.
Problemas de salud
Este sistema de trabajo que obedece a intereses económicos de las grandes empresas, no tiene en cuenta el bienestar de las personas y perjudica la salud de los trabajadores. Los turnos provocan desajustes entre el tiempo de trabajo, el tiempo biológico y el tiempo social, colocando a los trabajadores fuera de las pautas de vida familiar y social.
Hay que tener en cuenta que las plantillas en el sector del comercio están conformadas por mujeres en un 70%. Ha proliferado gravemente la contratación a tiempo parcial involuntaria, tanto que en grandes empresas y cadenas del sector llega al 100% de la contratación que se está realizando. Esta situación hace que muchos trabajadores tengan salarios que con ellos no les llega para cubrir necesidades vitales, creando así más pobreza laboral.
Pero el plan consumista de las grandes superficies, apoyado por los gobiernos liberales –y paradójicamente católicos en su mayoría- es redondo. Una parte de la población trabaja tantas horas entre semana y tiene que hacer trayectos tan largos hasta su puesto de trabajo que apenas tiene tiempo para comprar, por lo que tiene que aprovechar para ello el fin de semana. Por ende, la solución es tener a la otra mitad de la población trabajando durante toda la semana, para que el resto de trabajadores explotados pueda comprar y disfrutar de la oferta de ocio que impulsan los centros comerciales.
Y es que, desgraciadamente, parece que el capitalismo siempre gana las batallas que emprende. Hasta no hace mucho, las familias pasaban los fines de semana en el campo y en los parques. Sin embargo, esos parques se han reconvertido en espacios de contemplación, perdiendo la función para la que fueron concebidos: el uso y disfrute de las personas. Y las familias han apostado por la debacle: el domingo, al centro comercial. Pasean por sus interminables pasillos, comen en un local de comida rápida y vuelven a casa cargados de bolsas.
El pequeño comercio
Asimismo, con la desregularización y precarización del sector no solo se ha golpeado a los trabajadores, sino que los pequeños comercios tampoco pueden competir con estas grandes multinacionales. Sin duda, esta medida ha sido la puntilla para el sector. Sobreviven a duras penas en los barrios, manteniendo una clientela fiel, pero cada vez más envejecida, pues las familias más jóvenes concentran todas sus compras en el fin de semana. Poco a poco, los pequeños comercios van cerrando y los carteles de “se vende” o “se alquila” van dejando una imagen triste y oscura en nuestros barrios. La oferta de ocio también ha salido de las ciudades y se concentra en estas grandes superficies. Y todo ello sin pensar en el gran derroche energético que se da en estos lugares, donde las luces y el aire acondicionado están encendidos casi 24 horas.
Si abren todos los días es para crearnos una necesidad de consumir a todas horas. De equiparar nuestro ocio con el gasto compulsivo. Nos están educando a no saber disfrutar de la vida si no es pagando por ello. Por eso hay que aprender a no comprar los domingos. Porque no es necesario que se prohíba, simplemente, si la ciudadanía tuviera un poco de responsabilidad y de empatía con los trabajadores explotados que por el mismo sueldo están obligados a trabajar en festivo, la medida caería por su propio peso. Es decir, si la gente no compra en domingo, las grandes superficies no verían rentabilidad alguna en abrir ese día.
Pero nos están idiotizando. Nos quieren individualistas y egoístas. La solidaridad entre iguales ha desaparecido. Y ahora funcionamos como robots consumistas. Se pudo ver claramente el pasado viernes, cuando una moda yankie, la del “Black Friday”, llenó los comercios de miles de personas que se golpeaban, empujaban e insultaban como australopitecos por poder comprar una ‘ganga’ que como se ha demostrado en muchos casos no es tal. Y es que los comercios españoles, para poner su sello de calidad, subieron los precios varios días antes de esta fiesta consumista para después ponerlos ese día a su precio normal y venderlo como ‘súper ofertas’. Y la población, como borregos, picó el anzuelo sin rechistar.
Por tanto, exijo responsabilidad. Los trabajadores de Ikea, Zara, El Corte Inglés, Alcampo, Carrefour o Stradivarius, entre muchas otras cadenas, están alzando la voz, pidiendo a la ciudadanía que no compre en domingo. “Los que aplaudían la idea de abrir los domingos con la excusa de la creación de puestos de trabajo han sido engañados. La realidad es que no han contratado a nadie, ahora los festivos y la nocturnidad se pagan como un día normal”, explican los trabajadores de Ikea.
Por eso, está en nuestras manos acabar con esos abusos. Seamos solidarios con los trabajadores de estas grandes superficies. Seamos solidarios con los pequeños comercios. No compremos en domingo. No colabores en esta explotación laboral.