Medicina Ambiental: en busca del reconocimiento

Miles de sustancias tóxicas conviven con nosotros y acceden a nuestro organismo por boca, nariz y piel. Como veneno administrado en minúsculas dosis estos agentes provocan enfermedades. Un doctor llamado William Rea asegura que el 95% de las patologías tienen relación con el medio. Él es el padre de la denominada Medicina Ambiental.

“Desde 1965 se han creado cuatro millones de compuestos químicos diferentes, de los que unos 100.000 se producen y comercializan actualmente. Un buen número de ellos son tóxicos y solubles en grasa, por lo que tienden a acumularse en el tejido graso. Por su parte, la eclosión de la telefonía móvil y otros muchos aparatos que emiten radiaciones han disparado una contaminación electromagnética cuyos efectos nocivos empiezan a ser reconocidos por la Organización Mundial de la Salud, pese a las presiones del sector de las telecomunicaciones”.

Estas palabras ayudan a entender mejor la naturaleza de la materia que nos ocupa, la Medicina Ambiental. Son la introducción de una carta de propuestas a los partidos políticos de la Fundación Alborada. Esta institución española persigue, entre otros, un objetivo: el reconocimiento de la Medicina Ambiental como una rama transversal de la Medicina.

El problema

En el mundo, más de 100.000 pacientes han sido tratados en lugares como el Centro de Salud Ambiental del doctor William Rea en Dallas (Estados Unidos); el Breakspear Hospital de Londres, que dirige la doctora Jean Monro; la Academia Europea de Medicina Ambiental de Alemania, capitaneada por el doctor Peter Ohnsorge, o la mencionada Fundación Alborada, liderada por la doctora Pilar Muñoz-Calero.

El problema es que el mensaje aún no ha calado en las autoridades. En España, por ejemplo, aunque el Ministerio de Sanidad ya reconoce la enfermedad emergente de la Sensibilidad Química Múltiple (SQM), también ha manifestado que no existen tratamientos “dignos de mencionarse” para quienes la padecen.

No sólo la SQM. Fibromialgia, Alzheimer, Parkinson, hiperactividad, autismo, asma, colon irritable, epilepsias, trastornos en el sistema hormonal, en el aparato reproductor, cáncer… Todas ellas son dolencias que, tal y como apuntan desde Alborada, han disparado el número de afectados en las últimas décadas. Además, añaden que cada vez existe mayor evidencia científica de que su aparición está relacionada con nuestro contacto diario con todo tipo de agentes tóxicos.

Al final, quienes padecen enfermedades de génesis ambiental se enfrentan a algo más que a sus consecuencias físicas y psicológicas directas. También a la incomprensión de la sociedad y a los elevados costes de los tratamientos.

Las soluciones

Formación e información son dos aspectos fundamentales. En línea con el primero, los próximos 1, 2 y 3 de junio tendrá lugar en Madrid el VI Congreso Internacional de Medicina Ambiental, organizado por la Fundación Alborada y la Fundación Vivo Sano. En esta cita, dirigida a profesionales de la salud, políticos y educadores, se abordarán desde las nuevas investigaciones hasta las iniciativas que se están llevando a cabo en la salud pública.

El segundo aspecto, la información, apunta directamente a la sociedad. El ciudadano debe demandar transparencia. Según fuentes de Greenpeace, de las 100.000 sustancias que mencionábamos arriba, sólo unas mil han sido estudiadas en profundidad.

El periodista y escritor Carlos de Prada es autor de Anti-Tóxico, una especie de guía para aprender a consumir sin riesgos. Son interesantes sus palabras: “Lo que la gente dice es que como están por todos sitios no se puede hacer nada… que de algo hay que morir. Sin embargo el problema no desaparece por mirar a otro lado”.

 

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