Los alimentos que comemos, productos de cosmética e higiene personal que usamos, los juguetes de nuestros hijos e incluso el polvo de nuestra casa, están contaminados con químicos sintéticos que perjudican nuestra salud. Es importante estar informados para poder tomar precauciones en nuestros hogares, así como involucrarnos y exigir a las autoridades que nos protejan.
La química ha experimentado un boom en las últimas décadas con la producción de sustancias sintéticas que no existían en la naturaleza y que el hombre ha creado a millares. Estos componentes se usan en infinidad de productos que tenemos alrededor incluso en nuestros propios hogares. Según Carlos de Prada, periodista ambiental y responsable de la campaña española “Hogar sin Tóxicos” de la Fundación Vivo Sano, «la inmensa mayoría de estas sustancias han sido puestas en el mercado sin antes estudiar debidamente los efectos que podían tener para la salud de las personas y el medio ambiente».
En nuestras casas tenemos productos que cumplen las normativas de seguridad y sanidad y estamos tranquilos porque hemos delegado la tarea de protegernos en las administraciones. La sorpresa es que todos esos organismos que se supone tienen que velar por nuestro bienestar hacen la vista gorda y dejan que permanezcamos en esa ignorancia y que muchas de esas sustancias químicas nocivas entren en nuestros hogares.
Es clave que exista una verdadera transparencia que permita al ciudadano obtener información fiable acerca del contenido químico de muchos de los productos que adquiere, o incluso del agua que bebe en su casa. Asimismo, se debe instaurar una producción limpia para que ni en los procesos ni en los productos finales exista nada que pueda comprometer la salud de los ciudadanos.
Dónde encontramos sustancias nocivas en nuestras casas
Son muchas las posibles vías de exposición en el hogar. Estos compuestos pueden estar incorporados como parte de materiales de construcción y decoración, pinturas, plásticos, tejidos, etc. y liberarse desde esos materiales al ambiente interior de los hogares. Pueden aparecer en productos de limpieza, perfumes, pesticidas domésticos, ambientadores,… Incluso pueden estar en productos de aseo personal y cosméticos, o en los alimentos y el agua.
Según el responsable de la campaña española “Hogar sin tóxicos”, análisis realizados del polvo de las casas en diversos países, entre ellos España, han encontrado centenares de sustancias tóxicas, incluidas las contaminantes que más preocupan a los científicos, como ftalatos, retardantes de llama, compuestos perfluorados, compuestos volátiles, bisfenol A, etc. Además, hay algunas que por su carácter volátil las podemos respirar en el ambiente doméstico. Es el caso de los compuestos volátiles como el formaldehído, el benceno y muchas otras.
Nuestro cuerpo no es estanco, sino que se relaciona químicamente con el entorno de modo que la química de lo que nos rodea acaba formando parte de la propia química de nuestro organismo. Así pues, introducir sustancias químicas tóxicas en casa es en buena medida introducirlas en nosotros mismos, pues los occidentales pasamos el 90% de nuestro tiempo en espacios cerrados como el hogar. Una persona respira diariamente entre 15.000 y 20.000 litros de aire y todo ese aire respirado no es más que aire “filtrado” por nuestros pulmones, por lo que todo lo que haya suspendido en él puede acabar pasando a nuestro interior. Aunque no lo veamos a simple vista, hay mucha química sintética flotando dentro de las casas modernas. Además, a la vía respiratoria se añaden otras vías de exposición a las sustancias.
Cómo evitar los químicos tóxicos en nuestro hogar
La exposición continua a sustancias tóxicas en el hogar puede ser el origen de múltiples problemas de salud como el cáncer (mama, testículos, próstata, páncreas, leucemias,…), los problemas reproductivos (infertilidad, subfertilidad, mala calidad del semen,…), las alteraciones inmunológicas (alergias, asma, caída de las defensas,…), los desarreglos metabólicos que llevan a un incremento de las tasas de obesidad, la diabetes, las malformaciones congénitas, adelanto de la pubertad en las niñas o problemas cognitivos infantiles, entre otros. Por eso es vital minimizar al máximo la influencia de estos tóxicos con algunas prácticas como estas:
1. Comer comida cultivada sin pesticidas y con certificación orgánica siempre que sea posible.
2. Evitar la exposición innecesaria o el uso de productos químicos especialmente pesticidas de jardinería e interior.
3. Minimizar el uso de productos de cosmética e higiene personal con sustancias químicas peligrosas, sobre todo antes y durante el embarazo.
4. Mirar las etiquetas para evitar algunos productos químicos vinculados a trastornos hormonales.
5. Mantener las habitaciones bien ventiladas y limpias. Limpiar el polvo y aspirar regularmente para eliminar los químicos que se encuentran en el interior de los hogares, incluso en el propio polvo.
Debemos tomar conciencia del problema tanto para autoprotegernos como para exigir a las administraciones que mejoren la normativa y adopten medidas que realmente cuiden la salud y a las empresas que eliminen o reduzcan significativamente las sustancias tóxicas que hoy están presentes en los más diversos productos del hogar.
Para ello, tanto Ecologistas en Acción como la Fundación Vivo Sano, junto a una treintena de organizaciones internacionales reclaman la participación ciudadana en una campaña internacional de fotografías para advertir sobre los alteradores hormonales (EDC por sus siglas en inglés) presentes en artículos cotidianos. La campaña propone a los ciudadanos que suban fotografías de objetos cotidianos y se pregunten «¿Cómo me afecta?» y que lo compartan en redes sociales bajo el hashtag #EDCFREE (Libre de disruptores endocrinos).
El objetivo es que la Comisión Europea y los gobiernos europeos «regulen o prohíban» el uso de estas sustancias. Esta iniciativa coincide con los meses previos a que se tomen decisiones «importantes» sobre ese tema. Y aunque aún queda mucho camino por recorrer, se van viendo distintos logros como la eliminación del Bisfenol A en la fabricación de biberones de bebés que está totalmente prohibido desde 2011 o la reciente prohibición de alteradores hormonales en los dispositivos médicos.
En general Europa está más avanzada que Estados Unidos en la adopción de medidas, aunque hay algunos estados concretos que se han adelantado al gobierno federal al igual que ocurre en Europa, donde Francia y Dinamarca van por delante.
¿Son imprescindibles los químicos sintéticos para la manufactura de productos?
Según de Prada, para la industria «siempre es más cómodo que todo siga como está. Aún cuando no son imprescindibles y hay alternativas, se resisten. Pero si una industria basa su negocio en unas sustancias, reconvertirse siempre puede tener algún coste y anteponen evitar ese gasto a otro tipo de consideraciones».
Explica que sin embargo «hay casos como el de la eliminación del Bisfenol A, usado para elaborar recipientes de alimentos y bebidas, en los que el porcentaje del Bisfenol A usado es mínimo y por tanto el impacto económico para esas industrias sería muy pequeño. Y aún así no facilitan las cosas.»
Además apunta que debe estudiarse muy bien cuáles serían las sustancias sustitutivas para que el remedio no sea peor que la enfermedad y que existen informes muy amplios sobre las sustancias que pueden usarse como sustitutas.
Hay que prevenir a tiempo en lugar de curar
Para la Fundación Vivo Sano, un problema básico de nuestra medicina es que se enfoca casi en exclusiva hacia los diagnósticos y los tratamientos y poco hacia la prevención. Parece como si las causas no importasen y mientras crece el gasto médico con grandes beneficios para las industrias farmacéuticas que, por cierto, forman parte de la industria química. De Prada habla del ejemplo de Bayer, una de las empresas líderes la fabricación de bisfenol A y que a la vez produce fármacos contra determinadas enfermedades.
Testimonios científicos internacionales como la Declaración Internacional sobre los Peligros Sanitarios de la Contaminación Química (Llamamiento de París) o la Declaración de Praga sobre la Disrupción Endocrina, han llamado la atención sobre la gravedad del problema sanitario que está creando la contaminación química. Dichas declaraciones instan a la aplicación del principio de prevención y ese es el reto al que nos enfrentamos.