El trasfondo egoísta del altruismo de hoy

¿Existe un fin realmente solidario en las acciones altruistas? Si bien es cierto que muchas personas y colectivos sí comparten fines éticos en sus acciones dirigidas al bien común, no lo es menos que cada vez son más quienes buscan recibir algo a cambio. El “nadie es solidario a cambio de nada” de Mariano Rajoy o las campañas publicitarias que envuelven cada donación de Amancio Ortega son claros ejemplos del individualismo que rompe cada vez más con el fin de justicia social que escondía el concepto de altruismo en sus orígenes.

Dice la RAE que se entiende por altruismo la “diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio”. Pues bien, aunque no podemos negar que el altruismo como tal existe en muchas personas y colectivos, sí cabe matizar que con el paso del tiempo el concepto ha evolucionado hacia una perspectiva mucho más egoísta. Vayamos por partes.

En primer lugar, podemos afirmar que somos altruistas, pero no de un modo indiscriminado. Es decir, tendemos siempre a favorecer a los miembros de nuestro grupo frente al otro, que incluso se percibe como un enemigo o como una fuente de inestabilidad para el grupo del que nos sentimos parte. Por ejemplo, este tipo de altruismo deformado es el que, supuestamente, realizan aquellos que defienden lo de “los españoles primero”.

Hace unas semanas, el Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche, conocido también como la cárcel para los ‘sin papeles’ de Madrid, fue noticia porque varios de los inmigrantes que están allí encerrados se subieron al tejado para protestar por las condiciones pésimas del lugar. Pues bien, comenzó una ola feroz de comentarios en redes sociales, medios de comunicación y tertulias donde salía a relucir este tipo de altruismo teledirigido: “No tienen motivo alguno para quejarse: tienen cama, comida, techo y asistencia sanitaria. Algo que muchos españoles no tienen”, leí en decenas de comentarios. Esta tendencia, como bien argumenta Iria Meléndez, neuropsicóloga en Unidad de trastornos de aprendizaje de la Universidad de Barcelona, en este interesante artículo, no puede catalogarse como altruismo, sino más bien como nepotismo, o al menos, en su versión más extrema. Es decir, existe preferencia para ayudar a quien nos resulta más cercano por motivos de pertenencia.

Por otro lado, con la práctica de este altruismo adulterado intentamos a su vez recibir algo a cambio con el paso del tiempo. Esto es, se concibe como una cooperación condicionada que se interrumpe si el otro no nos corresponde de una manera similar. “Una cosa es ser solidario y otra cosa es solidario a cambio de nada”, aseveraba Mariano Rajoy en una entrevista concedida algo más de un año en referencia a las ayudas económicas que Grecia exigía a la Unión Europea para poder reequilibrar su economía. Pero, ¿va a tener que devolver todo?, le preguntaba el periodista. Y Rajoy soltaba tal afirmación.

Se entiende por tanto con estos dos ejemplos que el altruismo puede ser de dos tipos: empático y sincero o egoísta y con el objetivo de proteger la propia reputación. El filósofo esloveno Slavoz Zizek lo describe como la hipocresía de la filantropía. Como bien sabrán, cada tres o cuatro años, Amancio Ortega dona una mínima parte de su increíble  e incalculable fortuna a Cáritas o algún que otro hospital (la última vez 40 millones de los 70.000 que se calcula que tiene). Zizek remarca en este tipo de actos ‘altruistas’ dos importantes beneficios: las donaciones desgravan –y blanquean-, aunque si bien es cierto en España también tributan, y a su vez refuerza la marca o a la persona que la realiza. ¿Cuánta publicidad gratuita recibe Ortega cada vez que anuncia a bombo y platillo esas donaciones que, aunque a nuestros ojos son multimillonarias, al suyo no equivalen más que a la calderilla del bolsillo trasero del pantalón? Los 40 millones de Ortega equivalen al 0,05 de su fortuna, o como si alguien que tiene 30.000 euros en el banco, dona 15 euros a una causa solidaria. Pero yendo más allá, si de verdad fuera un altruista empático, ¿no debería donar esas sumas de dinero de forma anónima?

Pero Zizek todavía va un poco más allá y lo hace mencionando un ensayo de Oscar Wilde titulado “The soul of man under Socialism” (El alma del hombre bajo el Socialismo): “es más fácil tener empatía con sufrimiento que tener empatía con pensamiento”. ¿Y qué quiere esto decir? El altruismo publicitario no tiene como fin acabar con los males que denuncia a través de esas ayudas. Es decir, sus remedios no curan ese mal, solo lo prolongan: “Sus remedios son parte de la enfermedad, quieren solucionar los problemas de la pobreza manteniendo a la gente pobre viva o divirtiéndolos, pero esto no es una solución, es solo un agravante de la dificultad, el objetivo adecuado es reconstruir la sociedad de tal forma que la pobreza sea imposible —y las virtudes altruistas han impedido este objetivo”, reflexiona Zizek.

Y concluye el filósofo esloveno con un ejemplo muy claro: “El peor dueño de esclavos es el que era amable con ellos, ya que impedía que se dieran cuenta de los horrores del sistema e impedía que fueran entendidos por aquellos que lo contemplaban. La filantropía degrada, pues es inmoral utilizar la propiedad privada para aliviar los horribles males que resultan de la institución de la propiedad privada”.

En resumen, se podría decir que este tipo de ayudas verticales y caritativas chocan con el significado más puro de altruismo que está más vinculado al de solidaridad y al famoso proverbio chino que dice: «Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida». Porque, aunque es cierto que consideraciones egoístas pueden incentivar el comportamiento generoso, también lo es que aquél se puede dar sin que medien éstas. Pero claro, al sistema capitalista y a quienes impulsan su pervivencia no les interesa enseñar a pescar a quienes viven en la miseria fruto de las políticas y directrices que ellos mismos aplican. Es mucho mejor regalarles cuatro peces al año para calmarlos y para que emulen el grito de los antiguos vasallos: ¡Qué bueno es el Rey! ¡Larga vida al Rey!

 

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