El monopolio del sistema de reciclaje en España

Desde hace años, una sola empresa, Ecoembes, controla la gestión de los envases en nuestro país. Lo hace mediante un ineficaz modelo SIG que consiente que cada año se pierdan millones de envases sin ser reciclados y que van a parar a nuestros montes o nuestros mares. En países como Alemania existe el modelo SDDR, que permite alcanzar cotas cercanas al 100% del reciclado. La Comunidad Valenciana está intentando implantar este sistema de retorno, pero se ha encontrado enfrente a una empresa monopólica que controla ayuntamientos y medios de comunicación. 

Las pugnas vividas en los últimos años en nuestro país por intentar controlar la gestión de los envases siempre ha tenido un único ganador: Ecoembes. Hace apenas un año se vivió el último ataque, pues la competencia quería repartirse parte de la tarta. Sin embargo, no hubo manera. Las “prácticas anticompetitivas” denunciadas en 2015 por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia y que fueron sancionadas no tuvieron efecto, pues la Audiencia Nacional retiró las sanciones y Ecoembes salió reforzada. Todo parece indicar que el sistema actual está obsoleto, pues impide que haya competencia. Los costes son altos y la gestión poco ecológica y eficiente. Eso sí, los beneficios son muy altos.

Pero, ¿por qué existe solo un Ecoembes? Ya en 2010, varios medios alzaron la voz para intentar poner luz a este entramado empresarial. Nació como una organización sin ánimo de lucro y hoy en día su imagen gira en torno al amor a la naturaleza y las sociedades colaborativas (al fin y al cabo somos los ciudadanos quienes le hacemos gran parte del trabajo llevando nuestros envases al contenedor amarillo). Actualmente, más de 12.000 empresas, que representan más del 90% de los envases que se ponen cada año en el mercado español, están adheridas a Ecoembes. Entre ellas, multinacionales tan poco comprometidas con el medio ambiente como Coca Cola o Procter & Gamber.

SIG vs. SDDR

Ecoembes gestiona el reciclaje a través del modelo SIG: Sistema Integrado de Gestión. Este modelo se divide en una gran empresa que organiza a los distintos actores que interactúan en todo el proceso: administraciones públicas, ciudadanía y empresas de reciclaje. Pero, a pesar de la opacidad en los datos que aporta Ecoembes, parece que el sistema no funciona.

En primer lugar, en nuestro país se consumen 51 millones de envases de un solo uso cada día. Son 18.000 millones al año, una cifra similar a la que se consume en Alemania, con el doble de población. Sin embargo, mientras Alemania ha implantado el SDDR (Sistema de Depósito, Devolución y Retorno) que recicla el 98,5% de los envases, en España sigue funcionando este sistema SIG (contenedores azul, amarillo y verde) que tan solo recoge selectivamente 3 de cada 10 envases. ¿Y el resto? Diariamente se abandonan en el medio ambiente, se vierten o se incineran 28 millones de envases de bebidas. Y, según Retorna, una iniciativa sin ánimo de lucro integrada por la industria del reciclado, ONG ambientales, sindicatos y asociaciones de consumidores, “de otros cuatro millones de envases se desconoce el destino”.

Por eso, frente a la situación actual de descontrol, varias compañías y comunidades autónomas como la valenciana están intentando apostar por el SDDR que funciona perfectamente en otros países y regiones del mundo y con resultados excelentes. Consiste en:

Depósito: Hay un valor económico asociado a cada envase, un incentivo para que ese envase vuelva a la cadena de producción en las mejores condiciones para su reciclado y que esa cantidad no es un impuesto o un coste extra, sino un adelanto.

Devolución: Esa cantidad que el consumidor ha adelantado se le reembolsa en su totalidad cuando el envase se entrega de nuevo en el comercio.

Retorno: El envase vuelve a la cadena de producción, es una materia prima en condiciones de convertirse en cualquier nuevo producto, el ciclo se cierra y no hay residuos, sino recursos.

En resumen, las personas pagan un poco más al comprar los envases y tras su devolución reciben una pequeña cantidad de dinero por el retorno. La iniciativa, impulsada en España por la Comunidad Valenciana, se ha encontrado con la oposición virulenta de Ecoembes. No cabe duda de que a esta empresa perdería beneficios, pero el medio ambiente lo agradecería, pues un SDDR favorece la recogida diferenciada de envases, permitiendo mejorar las tasas de recuperación. Además, “abriría la puerta a envases retornables que permitirían la reutilización, con un menor coste ambiental que el reciclaje”, afirma Alberto Vizcaíno, autor del blog productordesostenibilidad.es en el periódico “El Salto”.

Simplemente, sería volver al sistema anterior al actual, pues cualquier persona mayor de 40 años recuerda cómo los envases se devolvían a la tienda para su reutilización. Y la Comunidad Valenciana tiene motivos más que suficientes para querer apostar por el SDDR: De los siete millones de envases consumidos diariamente en esta comunidad, solo dos acaban en la planta de reciclaje, previo paso por los contendores amarillos distribuidos por toda la geografía española. Lo más gracioso de todo es que Ecoembes cobra por los siete millones de envases consumidos y no por los dos reciclados. El resto acaba en los montes o en el fondo del mar. Por suerte, Baleares, Cataluña o Navarra también están planteándose apostar por el SDDR frente al SIG actual.

Un injusto modelo de negocio

Como se decía en el párrafo anterior, Ecoembes no cobra por lo que recicla, sino por lo que se consume. Por tanto, cuantos más envases se consuman, más ingresos obtendrá. Además, los ciudadanos pagamos una tasa para la gestión de cada producto reciclable (el logo de las dos flechas verdes) cada vez que compramos un producto. En verdad, es la empresa que fabrica el envase quien paga la tasa, pero después nos la cobra en el precio final. Y a la vez pagamos tasa por recogida de basura, por lo que estamos pagando dos veces por el mismo servicio.

Sin embargo, el negocio no acaba ahí. La recogida de los contenedores amarillos no la gestiona Ecoembes, sino que lo hacen los propios ayuntamientos. En este caso, es la empresa la que paga a los ayuntamientos para que recojan los residuos. Son cantidades bastante elevadas, por lo que no es de extrañar el apoyo que los ayuntamientos brindan a esta compañía.

Una vez recogidos los contenedores, el Ayuntamiento los lleva a las plantas de gestión de residuos que, generalmente, también son públicas. Allí se separan los materiales y una vez seleccionados los aptos para el reciclaje, Ecoembes paga a los ayuntamientos según el peso de lo recogido. Es decir, la empresa cobra en virtud de los envases producidos y paga solo en virtud de los aptos para el reciclaje: negocio redondo.

Pero, ¿cómo acabar con este injusto monopolio? No parece fácil. Principalmente, por la buena imagen que tiene esta empresa, que mientras hace un negocio ingente a costa de nuestra solidaridad y nuestros impuestos, financia cátedras universitarias, periódicos, radios, organizaciones y campañas de publicidad. De hecho, patrocina la sección de medio ambiente de los grandes medios, incluida la de algunos tan “críticos” como eldiario.es, que no ha tenido ningún problema en posicionarse contra el modelo SDDR que quiere implantarse en Valencia, eso sí, a través de alarmantes entrevistas a los responsables de Ecoembes.

Por tanto, no va a resultar difícil consumar el cambio de modelo. Especialmente porque Ecoembes, al tener forma jurídica de “sociedad anónima sin ánimo de lucro”, se vende como una especie de ONG medioambiental, imagen que se cae por los suelos en cuanto se estudia quién compone su accionariado. Casi todo son empresas envasadoras y de materias primas cuyo único negocio es producir más y más. Pero, como recoge “El Salto”, lo más interesante es comprobar como las diez personas que dirigen esta sociedad “sin ánimo de lucro” se embolsaron más de 1,6 millones de euros en 2015. Es decir, un sueldo medio de casi 13.500 euros mensuales. Como para querer perder el chollo.

 

 

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