Es otoño. El día amaneció lluvioso. En un rincón del jardín, junto a unas matas de tomillo, algo pequeño se mueve. Nos acercamos con cautela. Se trata de un canario empapado por la lluvia, con la cabeza oculta bajo el ala, las plumas erizadas y el buche vacío. Está agonizante y nuestra ayuda le llega demasiado tarde. No sólo le ha matado el frío, también el hambre y el miedo. Quizás se ha escapado, pensamos, pero tiene las uñas largas y retorcidas, está pobre de plumaje y su aspecto es deplorable. Lo más plausible parece ser que conscientemente le hayan abierto la puerta provocando su escapada. Lo enterramos en el mismo lugar donde lo hemos encontrado, debajo del tomillero. Hoy ha sido un desgraciado canario, y mañana podría ser un periquito o cualquier otro pájaro de jaula adquirido de forma caprichosa y poco responsable.
La historia ficticia pero probable de nuestro canario, pudo comenzar cuando una familia, en su deambular por la ciudad, tropieza por casualidad con una tienda de animales. Entran a curiosear . Su mirada discurre por las distintas dependencias sin demasiado interés y por puro entretenimiento . Nunca habían visitado un establecimiento similar. Los más pequeños se entusiasman con los divertidos conejos, las parsimoniosas y pacientes tortugas, los cachorros de perros y gatos y a toda costa quieren llevarse a casa un colega vivo. Los padres se resisten sin demasiado énfasis y al final ceden ante la insistencia y argumentos esgrimidos por los niños y sin pensárselo dos veces les compran un canario de color amarillo. No es exactamente lo que ellos hubieran deseado , pero cubrirá el expediente por el momento. Más adelante ya veremos . Además, se dicen, no es caro, tiene un bonito color, les han asegurado que canta muy bien, dará poco trabajo, y en el salón junto a las plantas de interior quedará de lo más decorativo. Eligen una jaulita pequeña la mar de aparente y aquí paz y allá gloria . Los infantes lo bautizan tras un duro debate para ponerse de acuerdo. El canario ya tiene nombre y apellido ….
En términos generales el vendedor se limita a dar las explicaciones más socorridas y punto . Su misión es vender y la de los compradores inquirir y estos no lo hacen. Así es que no amplia la información, en el sentido de que hay que limpiar meticulosamente la jaula cada día , que hay que vigilar su salud , que hay que tomar precauciones para garantizarle una buena calidad de vida , que cantará sin cesar , que la jaula elegida resulta un tanto exigua y tendrán que renovarla, etc.
Cargados con el nuevo huésped, arriban al hogar asignándole un lugar junto a las famosas plantas, tal y como se había decidido de antemano. Y la historia continua. Transcurridos apenas unos días, resuelven que el canario no puede quedarse en el salón porque ensucia y su permanente canto no les deja oír la tele con tranquilidad ¡y eso que lo tenían tapado con un trapo durante horas para mantenerlo callado ¡ Por fin se acuerda trasladarlo definitivamente al balcón . Los niños no van a quejarse: se han cansado de mirarlo. En su nuevo alojamiento, alejado de todo contacto humano, salvo durante cortos espacios de tiempo justo para reponer el alimento y el agua e higienizar superficialmente su morada , el canario amarillo trina sus penas acompañado de los gorriones habituales que vienen a recoger los restos de grano que le han caído del comedero. Por testigo sólo el cielo .
Pasan los meses. Pasan dos, tres años . El excesivo crecimiento de sus uñas, que nadie controla, le dificulta el posarse en la percha por lo que se cae frecuentemente de ella, pasando mucho tiempo sobre el suelo de su reducida cárcel. El poco espacio del que dispone le impide revolotear y moverse con cierta comodidad .Los parásitos le atormentan. Se encuentra indefenso ante el sol y el frío y siente pavor cuando a lo lejos divisa la silueta de su feroz enemigo: el cernícalo urbano. Un buen día sus propietarios se cuestionan desprenderse del canario : tienen que acordarse de comprar el alpiste, se ven obligados de vez en cuando a eliminar la suciedad de la jaula, en vacaciones tienen que pedir favores a vecinos y familiares que luego tienen que recompensar, no lo oyen cantar porque está alejado de la sala de estar, tendrían que llevarlo al veterinario a cortarle las uñas y hacerle un chequeo . Total: un gasto y una incomodidad . Buscan una solución que les acomode y recurren a los amigos haciendo una buena propaganda del animalito ¡ Es un encanto, no molesta nada su garganta es prodigiosa ¡ Pero el regalo es rechazado sistemáticamente. Prueban con la protectora de animales local: nuevo fracaso, ellos se ocupan de perros y gatos únicamente. Lo intentan finalmente con la tienda de animales en la que lo compraron sin éxito . De manera que optan por dejarlo libre, satisfechos de haberse librado del incordio con el pretexto de haber hecho una buena acción . ¿Una buena acción? El canario, criado en cautividad desde siempre se ha convertido en un animal doméstico, como una gallina , y no sabe sobrevivir por sí mismo. Ha sido condenado a muerte, acabando su vida en nuestro jardín , envuelto en el aroma de tomillo mojado.
Y no es un caso único. Son muchos los amigos con alas de todo tipo, que dejados a su suerte, por negligencia o deliberadamente , terminan sus días de forma penosa, saciando, ocasionalmente, en su agonía el apetito de un carnívoro quizás tan necesitado de auxilio como su propia presa, si antes no consiguen a tiempo, encontrar una ventana abierta y un alma compasiva que les abra sus manos y su corazón. Inclusive las llamadas exóticas ( cotorras, yacos , cacatúas) que podría pensarse que por su carácter salvaje y no doméstico guardan su instinto de conservación intacto y saben buscarse el sustento, o han nacido en cautividad o han sido robadas de los nidos y criadas a mano por una nodriza humana, por lo que el resultado es el mismo : han perdido sus referentes y no conocen la forma de seguir adelante. Tan sólo alguna que otra especie como la cotorra de pecho gris, ha logrado adaptarse y prosperar , creando sin embargo conflictos medioambientales de considerable importancia.
La irreflexión , la ignorancia y la irresponsabilidad son elementos comunes en todas estas tragedias . Comprar una vida es algo muy serio . Da igual que pertenezca a un ser de sangre fría o caliente, con plumas, pelo o escamas . Es una existencia que posee el mismo interés en seguir viviendo que nosotros mismos y esto hay que tenerlo en cuenta. La ley también lo tiene y tratar inadecuadamente un animal de compañía ( y los pájaros lo son ) está castigado . El castigo económico es relevante pero es mucho peor, para una mente bien amueblada, el remordimiento, la mala conciencia y la sensación de haber actuado incorrectamente, sabiendo que ha abocado a la muerte a una criatura inocente e inofensiva, en el caso del pajarillo de nuestra historia.
Emilia Pastor
Presidenta Asociación ARCADYS