La transformación de este mundo en un lugar mejor para vivir requiere un enfoque conjunto de los retos a los que hacemos frente.
A nadie se le escapa ya que vivimos en un mundo profundamente interrelacionado, formado por un sistema de vasos comunicantes en el que fluyen las diversas crisis, las pandemias, la contaminación o los movimientos migratorios. En palabras del físico austriaco Fritjof Capra, investigador de la teoría de los sistemas, “si estudiamos los principales retos de nuestro tiempo, veremos que no pueden entenderse aisladamente, son problemas sistémicos, lo que significa que están interconectados y son interdependientes”. Ante esta realidad, reflejo de la consabida globalización, es evidente que para entender los retos y formular propuestas es necesaria una visión de conjunto, una perspectiva sistémica.
Los problemas se retroalimentan
En primer lugar, porque los problemas se retroalimentan, cuando no son causantes los unos de los otros, y nos afectan a todos (aunque a algunos en mayor medida). Veamos algunos ejemplos. Los países “desarrollados”, con su economía productivista y de crecimiento ilimitado, son los que más contaminan. La contaminación es la principal causa del cambio climático y, por ende, del deterioro del medio. La desertización en países “subdesarrollados” conlleva la pérdida de terrenos de cultivo, lo que genera más pobreza en esos países.
Y, como todos sabemos, la pobreza da lugar a movimientos migratorios y violencia (incluido su subproducto, el terrorismo), cuestiones que afectan de lleno a los países “desarrollados”. Vemos cómo los problemas son interdependientes, no están aislados ni permanecen en compartimentos estancos, y acaban generando círculos viciosos.
Cuando el remedio es peor que la enfermedad
Pero también por el lado de las soluciones es precisa una actuación coordinada para evitar incoherencias y el agravamiento de los problemas. De nuevo, veamos un ejemplo. Los agrocombustibles aparecieron como respuesta a las crisis energética y ecológica, so pretexto de aliviar la escasez de combustibles fósiles, por un lado, y reducir la emisión de gases de efecto invernadero, por otro. Sin embargo, al destinarse masivamente cultivos de origen alimentario (como el maíz, la soja o la caña de azúcar) a la producción de combustibles, se redujo globalmente la oferta de alimentos básicos. Ello provocó un aumento vertiginoso de precios en los mercados internacionales, lo que impidió el acceso a estos productos básicos por parte de la población con menos recursos económicos. Esta situación degeneró en verdaderas crisis alimentarias en algunas partes del mundo, siendo su máximo exponente la llamada “guerra de las tortillas” en México, a principios de 2007.
En definitiva, la visión sistémica es necesaria no sólo para entender los retos y sus implicaciones, sino también para buscar soluciones y formular propuestas coherentes, evitando aquellas que, a la postre, pueden agravar los problemas que nos afectan. Por la cuenta que nos trae, debemos evaluar y planificar conjuntamente nuestra actuación en ámbitos tan íntimamente relacionados como el desarrollo humano, la protección del medio ambiente, la economía o la política.