La guerra palestino-israelí expulsó de sus casas a más de 800.000 palestinos en 1948 y a otros 200.000 en 1967. Hoy, tanto ellos como sus descendientes siguen repartidos por los países vecinos y sin poder volver a la tierra que les vio nacer.
Si hace unos días escribimos acerca de la complicada vida de los refugiados, hoy nos centramos en el caso palestino porque su grave situación así lo requiere. Actualmente, hay más de siete millones de refugiadosexpulsados del actual Israel, de los que unos cinco millones están bajo el amparo de la UNRWA, la oficina que la ONU destina exclusivamente a tratar la situación de los refugiados palestinos. Estos cinco millones engloban a los 800.000 palestinos expulsados durante la guerra palestino-israelí de 1948 y a sus descendientes. En 1967 también fueron reconocidos como tal los más de 200.000 palestinos que abandonaron suelo israelí en la Guerra de los Seis Días. Es decir, según recoge la UNRWA, actualmente la mayoría de las personas de los campos ha nacido ahí y no conoce la tierra a la que tanto añora volver. “Actualmente, 1,2 millones de palestinos viven en campos de refugiados dispersados por Líbano, Siria, Jordania, Cisjordania y la Franja de Gaza”, explica Òscar Monterde, investigador del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Barcelona.
A pesar de haber sido instalados hace más de 60 años, la situación de los refugiados palestinos que viven en los campos no es fácil, aunque sí que depende mucho del país de acogida. “En Jordania disfrutan de derechos de ciudadanía y libertad de movimiento, algo que no ocurre en Líbano, donde no se les reconoce nada y viven recluidos en los campos sin poder acceder a ninguna profesión”, añade Monterde. Además, en Siria la situación de los refugiados ha empeorado notablemente con el conflicto abierto en este país, por lo que los derechos que tenían anteriormente han desaparecido “e incluso algunos campos han sido bombardeados”, reconoce. De hecho, más de 100.000 refugiados palestinos han pasado ya desde Siria a Líbano y Jordania para poder sobrevivir.
Al igual que ACNUR en el resto de campos, la UNWRA se encarga de la salud, la educación y los servicios básicos en los campos palestinos. “Sin embargo, el control político gana peso y aunque al principio funcionaba mucho la autoorganización, actualmente las células de Hamas, Al Fatah o el Frente Popular están muy presentes en los campos”, afirma Monterde. Estas facciones políticas también ayudan a los refugiados, colaborando así con las tareas de la UNWRA, especialmente en todas aquellas áreas que este organismo no puede cubrir.
Derecho al retorno
Desde la Nakba (catástrofe en árabe) de 1948, los refugiados y desplazados internos palestinos han luchado por la aplicación de su Derecho de Retorno, la restitución y la compensación basada en el derecho internacional. “Existe una voluntad real de volver”, indica Òscar Monterde, pero también es cierto que depende mucho del país donde están. “Por ejemplo, en Líbano el reasentamiento ha sido nulo, por eso están deseando retornar a tierra palestina”, reconoce. Sin embargo, esa situación no ocurre tanto en Jordania o Siria –a excepción de la zona en conflicto-, donde los palestinos están mucho más integrados entre la población autóctona. Por último, “la mayoría de los refugiados que están en Gaza o Cisjordania no solo reclama su derecho al retorno, sino también una compensación por todo lo que perdieron y les fue arrebatado en Israel”, concluye.
Sin embargo, las resoluciones de la Asamblea de Naciones Unidas donde se pide a Israel que se retire de los territorios palestinos ocupados son no vinculantes, por lo que ningún organismo puede obligar a los judíos a su cumplimiento. “Es más, ni las resoluciones de obligado cumplimiento han sido cumplidas y aunque la ONU establece el derecho al retorno difícilmente se podrá llevar a cabo sin la colaboración de Israel”, explica Monterde.
Por ello, con el proceso de paz totalmente enquistado, sin mediación internacional y con las fuerzas israelíes ocupando nuevas tierras sin control alguno, el futuro pinta muy negro para los refugiados palestinos. “Tienen muy pocas esperanzas en volver”, reconoce Òscar. Y razón no les falta, pues ese anhelado retorno no será factible mientras no exista un organismo o Estado capaz de frenar el ansia expansiva del estado israelí. Algo que, por ahora, parece totalmente inviable.
• Más información y colaboración: www.unwra.es