La corrupción es una constante en nuestro planeta: aunque afecta en mayor medida a unos países que a otros ninguno obtendría un 10 en un examen de la asignatura Transparencia. Parece que los países más perjudicados por este mal endémico son, al mismo tiempo, demasiado pobres como para salir por sí mismos de una situación tan arraigada en sus sistemas.
Nuestro diccionario define la palabra “corrupción” como la práctica consistente en la utilización de las funciones y de los medios de las organizaciones, especialmente de las públicas, en provecho de sus gestores. Y de la misma manera que se elaboran rankings para todo tipo de cosas en esta vida, también existe uno para ordenar a los países del planeta en función de su nivel de corrupción. El más reciente lo publicó, como cada año y basándose en 17 encuestas y evaluaciones de entidades externas, la organización alemana Transparencia Internacional.
And the winner is…
En la última gala de estos amargos “premios” a la corrupción fueron Somalia (por segundo año consecutivo), Corea del Norte y Myanmar (antigua Birmania) los que se subieron al podio de los vencedores.
Curioso. Países que, al mismo tiempo, padecen un insostenible índice de pobreza. ¿Existe alguna relación entre ambas perversiones? En efecto. Un vínculo inquebrantable, lineal. Cuanto mayor es el nivel de corrupción de un Estado mayor es la pobreza que se cierne sobre él. En los países corruptos los gobernantes se enriquecen a costa de los demás ciudadanos. El hambre, en definitiva, no es otra cosa que un producto de la avaricia: del deseo de unos cuantos por quedarse con todo. Absolutamente todo.
El grave problema es que, aunque en diferentes grados, pasa en demasiados lugares del mundo. Según el informe de Transparencia Internacional, sólo medio centenar de los casi 200 estudiados aprueban la asignatura de la transparencia. Sobre el papel, un mapa de colores cálidos representa teñidos de rojo los continentes de Asia, África y Sudamérica.
Los mejores de la clase
Del otro lado, Nueva Zelanda, Finlandia y Dinamarca ocupan en ese ranking las tres primeras posiciones. ¿En qué puesto dirías que se encuentra España? No olvides que no hace mucho tiempo, ni tan siquiera han pasado dos años, en nuestro país la sociedad se rebeló contra lo que muchas personas consideraban un intolerable índice de corrupción. Nuestro 15-M no era el único movimiento de naturaleza reivindicativa del mundo. Protestas en distintas regiones del planeta mostraban “claramente que los ciudadanos sienten que sus líderes y las instituciones públicas no son suficientemente transparentes ni responsables”, explicaban en Transparencia Internacional.
¿Se lucha de forma efectiva contra la corrupción? Desde luego que en el mundo se han activado muy diversos mecanismos para tratar de ponerle freno al fenómeno y prácticamente a diario surgen iniciativas para combatir sus consecuencias.
En América, por ejemplo, la Organización de los Estados Americanos adoptó en 1996 el que denominaron primer instrumento jurídico internacional anticorrupción y en 2002 pusieron en marcha un mecanismo para evaluar su cumplimiento. Pero parece que la fórmula no funciona. El reguero de cifras que deja la corrupción en Latinoamérica continúa siendo alarmante.
España, por si hemos despertado tu curiosidad, ocupa el puesto 31 del listado. ¿Cómo podríamos escalar puestos en un ranking que ojalá nunca hubiera existido? La clave ya está dicha: se llama transparencia.