Obsolescencia programada y percibida: ¿nos obligan a consumir?

Antes las cosas duraban más. Ahora muchos productos, sobre todo los tecnológicos, son diseñados para ser desechados en un periodo de tiempo muy corto. Su durabilidad está limitada de antemano por los propios fabricantes. Pero ¿por qué se fabrican productos destinados a fallar?

¡Mi impresora ya no funciona! Eres víctima de la obsolescencia programada

Quieres imprimir algo urgente. Te dispones hacerlo y tu impresora no funciona. No responde. Y te preguntas: cómo puede ser que una impresora casi nueva te esté fallando. Llamas al servicio técnico y te aconsejan que te compres el último modelo, que arreglarla te va a salir más caro… ¡Bienvenido al mundo de la obsolescencia programada!

A través de la obsolescencia programada el fabricante planifica la vida útil de los productos. Los objetos que diseña tienen una fecha de caducidad establecida con anterioridad a su fabricación, que en muchas ocasiones coincide con el final del periodo de garantía. Esto obliga al consumidor a comprar otro aparato, ya que la reparación o el reemplazo de piezas (en el caso de que las vendan) resulta más costoso que comprarse uno nuevo.

En el caso de las impresoras, muchos fabricantes incluyen un chip o una aplicación informática, que se encarga de determinar el número máximo de copias que debe imprimir. Cuando se alcanza este número, la impresora deja de funcionar o aparece un mensaje de error que indica que hay que contactar con el servicio técnico.

Esta práctica empresarial busca reducir deliberadamente la vida del producto para incrementar el consumo. Pero al mismo tiempo que aumenta el consumo, lo hace también la contaminación. El documental Comprar, tirar, compraraporta pruebas de como la obsolescencia programada es la responsable de la generación constante de basura electrónica. Según los datos de un estudio elaborado por la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) para 2017 el volumen anual de basura electrónica será de 65,4 millones de toneladas. El 75% de esa basura electrónica generada en los países desarrollados termina en vertederos de Nigeria o Ghana, aunque Egipto, Pakistán, China e India, también forman parte de la llamada ruta de la «e-basura» europea. Ghana, por ejemplo, recibe aproximadamente 400.000 monitores de ordenador cada mes.

¡Quiero el último Iphone! Sufres de obsolescencia percibida

En muchas ocasiones, con ayuda del márquetin y la publicidad sustituimos algunos objetos por otros, no porque ya no funcionen, sino porque han pasado de moda. En 1954 el diseñador industrial Clifford Brooks Stevens habló por primera vez de la obsolescencia percibida. La definió como “el deseo del consumidor de poseer una cosa un poco más nueva, un poco mejor y un poco antes de que sea necesario”.

Todos los años las principales empresas sacan nuevos modelos de sus aparatos electrónicos, con algún añadido que aparentemente los hace más novedoso. Las funcionalidades en muchos casos son las mismas, incluso a veces no corrigen ni los errores o defectos del producto al que sustituyen.

En este video que parodia a la marca Apple, refleja como la obsolescencia percibida nos impulsa a comprar nuevos productos y a  deshacernos de aquellos que aún están en buen estado. En definitiva, se trata de manipular al consumidor para que se sienta mal por no ir a la última, y realmente lo consiguen, ya que en muchas ocasiones caemos en la trampa.

El origen de la obsolescencia

Estas fórmulas “secretas” que reducen deliberadamente la vida de muchos productos para que sigamos consumiendo, son bien antiguas. En el caso de la Obsolescencia programada, a principios de los años 30’, Bernard London propuso salir del crack del 29 y reactivar la economía a través de la “obsolescencia programada obligatoria”. Para ello escribió un pequeño libro titulado «Ending the Depression Through Planned Obsolescence» -Acabar con la depresión a través de la Obsolescencia Programada-.

London sostenía en este texto que solo mediante la obsolescencia programada de los bienes y servicios, “podemos garantizar que la maquinaria fabril siga en funcionamiento y, con ella, la sociedad de consumo”. London culpabilizaba de la depresión económica mundial de aquel entonces a los consumidores que desobedecían “la ley de caducidad” usando “sus coches viejos, radios viejas y ropa vieja mucho más de lo que los estadistas habían esperado”.

Al mismo tiempo que London pedía una obsolescencia programada obligatoria, comenzaron a formarse organizaciones de empresarios con el propósito de acortar la vida útil de los productos. En 1924, crearon el cártel de los principales fabricantes de bombillas de Europa y Estados Unidos. Su propósito era firmar un acuerdo para que ninguna bombilla superara las 1.000 horas de duración y si alguna empresa se saltaba el acuerdo, podría ser multada. Hasta ese momento, las bombillas tenían una vida útil aproximada de 2.500 horas.

Pero aún queda una bombilla como las de antes, que se ha convertido en el símbolo de la resistencia contra la obsolescencia programada. La bombilla de Livermore en California. Lleva 112 años funcionando de manera ininterrumpida. La cámara  que vigila su funcionamiento ha sido reemplazada en varias ocasiones, víctima también de la obsolescencia programada. La bombilla fue fabricada en 1890 por la Shelby Electric Company y donada al cuartel de bomberos de Livermore. Lleva encendida las 24 horas del día desde 1901, más de 800.000 horas de funcionamiento.

 

 

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