Nos quedamos sin agua

Cada vez llueve menos y las temperaturas son más elevadas. Sin embargo, consumimos más agua, tanto en zonas urbanas como en superficies de regadío. La situación es tan alarmante que las cuencas de nuestros ríos reciben hoy un 20% menos de agua que en 1990.

Con motivo del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, la confederación Ecologistas en Acciónpresentó un informe sobre los efectos del cambio climático en los recursos hídricos de nuestro país. Y los resultados son, cuanto menos, preocupantes. En el estudio queda patente que la disponibilidad de agua seguirá disminuyendo a la vez que se planifique un incremento de su consumo en todo el territorio. Es decir, cada vez hay menos agua, pero gastamos más.

El informe, titulado “Consecuencias del cambio climático sobre la disponibilidad de agua en España” analiza cómo han evolucionado los recursos hídricos en nuestro país en los últimos 25 años. La combinación de la reducción de las precipitaciones y, muy especialmente, la subida de las temperaturas que se está produciendo han generado una reducción media del volumen de agua que va a parar a los cauces de más del 20% en tan solo 25 años (1990-2015).

Además, tanto la reducción de los recursos disponibles como el crecimiento de las demandas, se va a producir de forma muy desigual a lo largo del territorio, siendo previsible que se den en los próximos años numerosas situaciones de estrés hídrico en amplias zonas del país. Pues, a pesar del evidente agravamiento de los periodos de sequía, los planes hidrológicos plantean un incremento neto del consumo del 10%, debido principalmente al aumento en las superficies dedicadas a cultivos de regadío.

De esta manera, mientras que en el año 2000 se afirmaba que el río Segura era la única demarcación hidrográfica con déficit estructural, es decir, la demanda superaba a la aportación natural del río, es previsible que, con la reducción de los recursos hídricos que se está produciendo y el incremento de las demandas previstas, la situación cambie. En las próximas dos décadas pueden pasar a esa situación de déficit estructural también las demarcaciones hidrográficas del Júcar, Guadiana, Guadalquivir, Cuencas Internas de Cataluña, Guadalete-Barbate y Cuencas Mediterráneas, y parte de las del Tajo y Ebro, aproximadamente la mitad de la superficie peninsular.

Colapso hídrico

Esta serie de acontecimientos conduce, a juicio de Ecologistas en Acción, a una situación de completa insostenibilidad y de auténtico colapso hídrico y medioambiental dentro de unos pocos años en una buena parte del país, que tendrá gravísimas consecuencias medioambientales, sociales y económicas y que aleja mucho a nuestro país de las medidas que debería de tomar para frenar la desertificación, poniendo en riesgo no solo la agricultura o la ganadería, sino también a un considerable número de poblaciones que ya sufren los efectos de las sequías cada vez más intensas.

Por esto, Ecologistas en Acción considera que la solución al problema pasa no solo frenando el crecimiento de la demanda, sino también reduciendo el consumo actual de manera importante. Es por esta razón que va a ser necesario actuar principalmente sobre el regadío, pues supone más del 80% del consumo actual, y es donde se pretende incrementar mayormente la demanda.

Reducción de la superficie de regadío

En consecuencia, no debería crearse ni una sola hectárea más de regadío en España, a la vez que se sigue trabajando en incrementar la eficiencia en la utilización del agua allí donde se pueda (modernización de regadíos, reutilización de aguas residuales depuradas, etc.), y se fomenta la sustitución de cultivos por otros menos consumidores de agua.

No obstante, la adopción de estas medidas va a resultar insuficiente para recuperar un cierto equilibrio hídrico, por lo que debería iniciarse una reducción progresiva de la superficie de regadío actual, de algo más de 4.000.000 de hectáreas, hasta alcanzar un máximo para el conjunto del país de 3.000.000-3.200.000 de hectáreas regadas. Con esta reducción en la superficie de regadío, y con la adopción de las medidas antes mencionadas, se conseguiría disminuir el consumo en un volumen aproximadamente equivalente a la reducción de los recursos hídricos que se está produciendo a causa del cambio climático.

Además, con una superficie regada de 3.000.000-3.200.000 hectáreas, se garantizarían plenamente las demandas actuales y futuras de productos alimenticios para la población española, quedando una parte importante de la producción para la exportación. Asimismo, sería importante adoptar medidas restrictivas sobre el incremento del consumo en el sector urbanístico y turístico en la costa mediterránea, pues sigue siendo un gran consumidor y destructor de recursos naturales, entre los que se encuentra el agua y su gran despilfarro en jardines, piscinas o campos de golf.

El Acuerdo de París

Todas estas medidas restrictivas deberán aplicarse siempre en consonancia con el Acuerdo de París sobre cambio climático aprobado por 196 países el pasado mes de diciembre. Los gobiernos se comprometieron de manera vinculante a alcanzar el techo de emisiones de gases invernadero “lo antes posible” y a poner en marcha un mecanismo de financiación para aplicar medidas de mitigación y adaptación al cambio climático.

Este acuerdo reúne por primera vez el compromiso mundial por “mantener el aumento de las temperaturas por debajo de los 2 grados con respecto a los niveles preindustriales y perseguir los esfuerzos para limitar el aumento a 1,5 grados”. Según Bloomberg New Energy Finance, el coste de combatir el cambio climático será de 12,1 billones de dólares durante los próximos 25 años para los 195 países que adoptaron el compromiso de París.

Todo el entramado debe ponerse en marcha, como tarde, en 2020. Sin su cumplimiento, estamos perdidos. Por muchas medidas que queramos aplicar en nuestro país. Hay un compromiso con la humanidad. Y los líderes mundiales deben estar a la altura. Basta de hablar y basta de estudios. Es la hora de actuar. Nuestro futuro está en juego.

 

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