El mundo, para bien o para mal, está cambiando. Ideas, creencias, costumbres y valores aceptados como válidos, están siendo cuestionados. En la lejanía se vislumbra una nueva ética de respeto, que regulará las relaciones del hombre con el entorno y sus habitantes racionales e irracionales.
No se trata de una iluminada premonición ni de una fantasiosa utopía, es, para mí, la lógica conclusión a la que me lleva la simple observación de la evolución de las especies, para alcanzar la pervivencia mediante la perfecta adaptación al medio y la continua superación de sus cualidades natas, en el caso de los humanos, intelectuales, físicas y espirituales.
Así, el desarrollo de la sensibilidad animalista no será casual, sino obligado por las circunstancias. Conservar la biodiversidad, dominar a la Naturaleza obedeciéndola, o Desaparecer. Este es el dilema y el Hombre tendrá que posicionarse convenientemente, para no perderse en la nada.
Sin lugar a dudas, este proceso interno, afectará positivamente a nuestros amigos, los animales, que se beneficiarán enormemente, aunque actualmente resulte aún inexplicable para muchos, la reivindicación de sus derechos en un planeta donde la idea de los derechos humanos es todavía para las tres cuartas partes de la población, pura retórica. Somos los primeros en lamentarlo. Pero ¿acaso permitir que un animal sea masacrado, torturado y martirizado sin necesidad, saciaría a un hambriento? ¿A un sediento? ¿Haría rico a un pobre?
Sembrar la semilla de la equidad
Por otro lado, tampoco es razonable, aguardar a que en la Tierra impere la paz y la equidad, de todos deseada, para afrontar lo que en justicia pertenece a los animales “seres sintientes y sufrientes” como miembros de una comunidad planetaria. La espera se prolongaría hasta el infinito, si tomamos como punto de referencia el presente. De ahí que sus defensores no deben permanecer inactivos en tanto en cuanto se reparan las diferencias.
Obviamente esta personal opinión puede generar críticas. En el complejo juego de la existencia, la crítica es inherente al cotidiano vivir, y no debe impresionarnos ni sorprendernos, aunque posiblemente, la forma más inteligente de examinar una actitud que nos resulta incomprensible, sería, primeramente, poner a prueba nuestros criterios y convicciones: ¿qué me han enseñado a creer? ¿Es verdad? ¿Quién lo dice? Considerar otros puntos de vista y prestar apoyo a los que se quiera, más que a los que se crea que se debería apoyar o negar, es un razonable método de examen y selección en cualquier disciplina.
En lo que se refiere a los que han tomado la opción de defender a los animales, tiene por delante un largo recorrido. Muchos se quedarán en el camino. Otros, en su andadura irán sembrando semillas. Unas caerán en terrenos baldíos y no darán frutos, pero algunas germinarán, aunque, normalmente, el sembrador nunca pueda verlo.
Es difícil cambiar el desierto pero podemos empezar por un pequeño oasis.