De entre todos los avances posibles, la lucha contra la pobreza es el que reportaría mayores beneficios a la humanidad en su conjunto.
Unos mil millones de personas en el mundo se hallan en situación de pobreza extrema. Es decir, uno de cada siete habitantes del planeta vive en la miseria, con menos de dos dólares al día. Más allá de una falta de ingresos, la pobreza supone hambre, malnutrición, carencias en materia de salud y educación, inseguridad y, en general, falta de oportunidades. En definitiva, la pobreza extrema atenta directamente contra la dignidad humana. Por ello la lucha contra la pobreza es un imperativo moral. O, dicho de otro modo, no es ético que permitamos la existencia de esta situación teniendo, como tenemos, medios para ponerle fin.
Para los que necesitan más razones
Desgraciadamente, la erradicación de la pobreza no es una prioridad para la mayor parte del mundo “desarrollado”. Sin embargo, esta cuestión debería estar en la agenda de todos, pues a todos nos afecta. Digamos que nadie escapa a los efectos de la pobreza en este mundo globalizado. A saber:
-La pobreza causa guerras y conflictos que desestabilizan grandes áreas del planeta. En algunos casos, con influencia en el suministro de nuestra droga más adictiva: el petróleo
– La pobreza fomenta el fanatismo religioso, el terrorismo y el crimen internacional.
– La pobreza es campo abonado para el narcotráfico, lo que afecta de lleno a los jóvenes del primer mundo.
– La pobreza es causa de movimientos migratorios forzosos hacia países con economías desarrolladas.
– La pobreza conlleva el deterioro del medio (el que no tiene para comer se preocupa poco de cuidar su entrono). Y todos sabemos que la contaminación o el calentamiento global no entienden de fronteras.
Vistos sus efectos en el mundo, deberíamos procurar que la pobreza extrema fuera cosa del pasado. Ningún otro avance supondría tantos beneficios para el conjunto de la humanidad. Y, aunque parezca una tarea ingente, lo cierto es que hoy está a nuestro alcance. Jeffrey Sachs, economista de la Universidad de Columbia, afirma que “por primera vez en la historia tenemos la tecnología y recursos financieros para erradicar la pobreza”.
Cómo debe afrontarse el reto es otra cuestión, pues son muchas las implicaciones éticas, políticas y económicas. Pero lo primero es que surja una voluntad firme y unánime de acabar con la pobreza extrema. Hemos visto que existen muchas razones para combatirla. Aunque la más importante, no lo olvidemos, es que tenemos la obligación moral de poner fin a una situación vergonzosa.