Un nuevo tipo de educación está calando cada vez con más fuerza en la sociedad. La educación de las emociones es, según algunos informes, la clave del éxito personal. Ser inteligente ya no es suficiente. Ahora, hay que estar dotado de inteligencia emocional.
“Imagina el inicio de una clase de Educación Física en la última hora de una jornada escolar, cuando los niños están más exaltados. El profesor tiene dos opciones para conseguir que los pequeños guarden silencio: una, ponerse a gritar hasta conseguir que los alumnos se callen y se estén quietos. Otra, jugar con las emociones”, cuenta el profesor Luis Alberto Mateos, psicólogo, profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca y experto en Educación Emocional.
La segunda vía, la emocional, es la menos frecuente en nuestro sistema educativo. “Vamos a dejar que los niños se expresen libremente durante un rato. Nadie, ni siquiera ellos, soportan el caos demasiado tiempo. Al final, necesitan que alguien les diga lo que tienen que hacer”, concluye.
¿Cosa de magia?
Los resultados de la educación emocional, disciplina de la que hoy vamos a hablar, parecen cosa de magia. Quizá porque aún es una parcela desconocida para la gran mayoría de la sociedad. Sin embargo, existen numerosos trabajos que defienden a capa y espada su supremacía por encima de la educación intelectual pura y dura. Según un reciente estudio publicado por The Consortium for Research on Emotional Intelligence in Organizations, el éxito en todas las facetas de la vida del ser humano tiene más que ver con su vertiente emocional. Tanto es así, que sólo un 23% de este éxito es atribuible a las capacidades intelectuales.
Para entender un poco mejor de qué va esto de la educación de las emociones es imprescindible acudir al autor al que muchos atribuyen la paternidad del concepto inteligencia emocional, Daniel Goleman. En 1995, este autor publicó el libro La inteligencia emocional. En resumen, acotó y dio nombre a la capacidad de reconocer las emociones propias y ajenas con el objeto de llegar a controlarlas.
Pero ¿cómo poner en práctica desde nuestra posición la teoría de Goleman para que los hombres y mujeres del futuro construyan su éxito dosificando las emociones? No parece complicado. Existen trucos sencillos que se pueden y deben poner en práctica desde el núcleo familiar: desde escuchar diferentes tipos de música con los más pequeños hasta dibujar caras que reflejen distintas emociones.
Una ayuda para educar las emociones
El estudio, ¿Cómo educar las emociones? publicado por el Observatorio FAROS Sant Joan de Déu (en colaboración con la Fundación Eduardo Punset) se puede descargar gratis y aporta un sinfín de consejos para que nos introduzcamos en el mundo de la gestión emocional.
Como ya dijimos en un artículo anterior e introductorio sobre la materia, uno de los grandes errores cometidos por la sociedad ha sido considerar que determinadas emociones son malas y otras, en cambio, son positivas. Sin embargo, el mundo emocional se rige por unas normas distintas a las que regulan el mundo racional. ¿Por qué no considerar que la ira o la envidia son emociones menos agradables –no malas- que nos avisan y nos ponen alerta ante un peligro?
Otra de las grandes virtudes que presenta este tipo de educación en las emociones es el impacto que la misma tiene en la salud del ser humano. Canalizar mejor las emociones propias y comprender y gestionar también las de los demás ayuda, según los expertos en la materia, a reducir el estrés y la depresión. Todo ello influye en el funcionamiento del sistema inmunológico. De esta manera, la inteligencia emocional o lo que es lo mismo, el dominio de las emociones, nos previene ante muchas enfermedades.