La compra de tierra de cultivo, ¿colonialismo del siglo XXI?

El aumento de los precios de los alimentos, junto a la escasez de terrenos cultivables y la sequía, ha hecho de la tierra una inversión estratégica para países con alta presión demográfica y demanda creciente de alimentos.

La Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO) estima que la producción de alimentos deberá aumentar un 50% hasta 2050 para satisfacer la demanda global. Y el Banco Mundial nos recuerda que en el último año los precios de los alimentos subieron un 19%, lo que ha generado 44 millones de nuevos hambrientos. Este peligroso cóctel de escasez de alimentos, demanda al alza y aumento de precios ha hecho que el terreno de cultivo se convierta, en época de incertidumbre económica, en un valor seguro y codiciado.

Los nuevos colonizadores

China, Arabia Saudí, Corea del Sur, India y Emiratos Árabes Unidos, por este orden, son los países que lideran el ranking de países compradores de terreno fértil. Les siguen Sudáfrica, Estados Unidos, Egipto, Suecia, Reino Unido, Qatar, Alemania y Kuwait. En China, por ejemplo, con un 20% de la población mundial pero solo el 8% del terreno cultivable, el desequilibrio es evidente. Para llenar la despensa y garantizar sus reservas, el gigante asiático ha adquirido aproximadamente 7 millones de hectáreas de terreno cultivable fuera de sus fronteras.
Pero no solo los estados y las multinacionales compran o alquilan terrenos. Según un estudio del Instituto Oakland, fondos de inversión y  entidades financieras internacionales también quieren su trozo del pastel y han comenzado a invertir en tierras cultivables, en busca de rentabilidades cercanas al 25%. Se calcula que este tipo de inversiones ha duplicado su volumen en dos años, alcanzando la friolera de 7.000  millones de dólares.

Desequilibrios, conflictos y revueltas

Las tierras objeto de compra o arrendamiento a largo plazo se hallan principalmente en África, Asia y Suramérica. La ONG Land Coalition estima que en los últimos años unos 80 millones de hectáreas han cambiado de manos, lo que supone una extensión mayor que la de España. Con mucho, el continente africano es el que más sufre esta nueva forma de colonialismo. Países como Sudán, Mozambique, Etiopía o Nigeria han cedido a inversores extranjeros inmensas zonas de cultivo. Liberia representa el caso más extremo, ya que solo el 7% del territorio cultivable del país permanece en manos de propietarios nacionales.
El principal problema de este tipo de transacciones es que se cede el control de la producción de alimentos a inversores extranjeros. La soberanía alimentaria, entendida como la capacidad de cada estado para definir sus políticas agrarias y alimentarias, se desvanece. Este tipo de “tratos”, además, se cierran en países extremadamente pobres, incrementándose el riesgo de tensiones sociales y conflictos por los recursos básicos para la supervivencia de la población. Por no mencionar la poca seguridad jurídica y la corrupción imperante en estos territorios, lo que genera grandes dudas sobre los procedimientos para la adjudicación de los terrenos y el destino de los fondos recibidos a cambio.  Se dan incluso situaciones paradójicas que deberían remover conciencias o, cuanto menos, sonrojarnos: En el cuerno de África, mientras millones de seres humanos mueren de hambre, empresas indias cultivan flores ornamentales en grandes extensiones de terreno cedidas por Etiopía.
Afortunadamente,  hay visos de esperanza y en algún momento la población los países afectados acabará por no tolerar este tipo de mercadeo. Buen ejemplo de ello es lo sucedido en Madagascar, cuando en 2008 el gobierno arrendó durante 99 años 1,3 millones de hectáreas (la mitad del terreno cultivable del país) a la multinacional surcoreana Daewoo. Un año después, las revueltas a causa de este acuerdo forzaron un cambio de gobierno y la resolución de los contratos firmados con el grupo asiático. De modo que los nuevos colonos deberían ir tomando nota y recordar aquello de que “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”.

 

 

ENTIDADES COLABORADORAS