Año tras año, los índices tanto nacionales como internacionales sobre Transparencia sitúan a nuestro país en una posición media, a la cola de Europa y al mismo nivel de países más pobres y menos desarrollados. ¿Por qué el nivel de corrupción es tan alto y la transparencia tan opaca en España? Porque lo permitimos. Y porque en el fondo la corrupción forma parte de nuestra idiosincrasia. Por eso, si queremos impulsar nuestra democracia, no nos queda otra que madurar como ciudadanos.
Dinamarca, Finlandia, Suecia, Nueva Zelanda, Noruega, Países Bajos, Suiza, Singapur, Canadá y Alemania. Estos países conforman el top 10 en cuanto a transparencia, según el último ránking publicado por Transparencia Internacional, la única ONG a escala universal dedicada a combatir la corrupción, congregando a la sociedad civil, sector privado y los gobiernos en una amplia coalición global.
Para calcular este baremo, esta ONG analiza la puntación del Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) correspondiente a cada estado, y que indica el grado de corrupción que existe en el sector público según la percepción de empresarios y analistas del país. Si la puntuación es 100 significa que no se percibe corrupción alguna. Si se acerca a 0, se percibe mucha. Los diez países anteriormente mencionados fluctúan entre los 81 y los 91 puntos. Para encontrar a España hay que bajar mucho: con 58 puntos de IPC se sitúa en el puesto 36, por detrás de países como Botswana, Lituania, Bután o Chile. Y aunque se encuentra en la parte medio-alta de la tabla, todavía queda mucho camino por recorrer, especialmente porque España está entre los países que más posiciones han perdido en los últimos años.
Además, los ciudadanos reclaman más transparencia. Según el último barómetro del CIS, del pasado mes de diciembre, el 74,7% de los españoles considera que el desempleo es su mayor problema, pero la corrupción y el fraude, fruto de la poca transparencia que existe en nuestro país, se sitúa en segundo lugar (36,7%). De hecho, el último Barómetro de la Transparencia de España, publicado en 2016, asegura que el 76,2% de los ciudadanos opina que la transparencia puede ayudar a prevenir la corrupción, un porcentaje que se eleva respecto a 2015.
Pero, ¿y la ley de Transparencia que aprobó el Gobierno en 2013? Parece que está sirviendo de poco, pues los ayuntamientos son los primeros que están incumpliéndola. Si en 2015 el 80% de la población encuestada veía como positiva esta ley, un año después, solo el 50,5% cree que es eficaz. Y es que las administraciones públicas y los partidos políticos se han ganado a pulso con el paso de los años su poca credibilidad. El 75% de los españoles encuestados por el Barómetro de la Transparencia de España cree que la información que publican las administraciones merece poca o ninguna confianza. Y el 67% afirma que los pocos portales de transparencia que existen no sirven para nada.
Pero para conseguir mejorar en este aspecto es necesario impulsar la calidad de la democracia y a la vez ganar en madurez ciudadana, pues no se puede obviar que el español medio tiene un pequeño corrupto en su interior. Como bien indica el jurista Gustavo Vidal, y como ya publicábamos hace un tiempo en este artículo, “el español medio mira con muy malos ojos el éxito ajeno si aquél se logra mediante el esfuerzo continuado y el mérito”. El ascenso profesional, limpio y honrado difícilmente se perdona, pues refleja al envidioso lo que no ha sido capaz de hacer. Por el contrario, acertadamente indica Vidal, “se admira al trepa, a quien se enriquece mediante el pelotazo y el chanchullo”. Se le considera un “tío listo”, probablemente porque estos envidiosos, presumidos y mediocres “se identifican con quienes medran a través de sinuosos atajos”. Aspiran a lo mismo. Son de los suyos. “Tan solo esperan el turno para incurrir en idénticas conductas”.
Decálogo para conseguir más transparencia
- – Auditar con fuentes externas especializadas los ingresos y gastos de partidos políticos, sindicatos y patronal.
- -Crear un organismo independiente de las administraciones públicas que vele por el cumplimiento del derecho a la información con capacidad sancionadora.
- -Hacer públicas en la red, como recoge la Ley de Transparencia, las intervenciones realizadas por las administraciones públicas, los sueldos políticos y los presupuestos anuales.
- -Apostar por la meritocracia, es decir, que primen los principios de mérito y capacidad para el acceso al empleo público, especialmente en los cargos directivos, así como la promoción y remuneración de los mismos, haciendo público el trámite y los motivos de la decisión con informes justificativos de las decisiones.
- -Abrir los plenos del ayuntamiento vía streaming y recoger las opiniones de la ciudadanía de forma instantánea con herramientas como Twitter. La sociedad debe tener derecho a tomar parte de las decisiones que toman sus gobernantes.
- -Realizar consultas online sobre temas de interés general utilizando las redes sociales y la tecnología 3.0.
Pero si como ciudadanos no rendimos cuentas a las administraciones públicas, poco podremos avanzar. Es nuestro deber como ciudadano exigir ciertas cosas a quienes nos gobiernan, por eso es vital una mayor madurez ciudadana, responsabilidad en el pago de impuestos y tolerancia cero con cualquier actitud impropia de un cargo público. Solo entonces podremos completar este decálogo por la transparencia y la rendición de cuentas con:
- -Exigir que cada administración cree portales de transparencia y publique en ellos toda la información relativa a sus decisiones, cuentas y presupuestos.
- -Exigir transparencia sobre las personas imputadas (investigadas) por corrupción en procesos judiciales e informar de los cargos que ostentan en cada momento.
- -Exigir la protección de quienes denuncien prácticas corruptas e ilegales en el sector público favoreciendo el conocimiento público de tales denuncias.
Así es como se funciona en los países nórdicos que son ejemplo de transparencia. Es decir, de forma bidireccional. Si no somos ciudadanos ejemplares, no podremos exigir nada a quienes nos gobiernan. Así que no echemos la culpa en una sola dirección y comencemos a mirar hacia nosotros mismos. Si nuestro país es uno de los más corruptos de Europa es porque lo hemos permitido y tolerado desde siempre.