Los recursos naturales de la tierra son limitados. Vivimos en una sociedad en la que el consumo dicta nuestras vidas. «Eres lo que tienes» es el slogan de las nuevas generaciones. Creemos que podemos crecer ilimitadamente… pero erramos.
En pocos años nos hemos convertido en un país moderno. Hemos pasado de la cartilla de racionamiento a tener piso, chalé y coche. La publicidad nos ha traído el cambio de una religión arraigada, el cristianismo, a otra más arraigada aún: el consumismo. Y lo cierto es que cambiamos el anuncio del ColaCao por el de D&G, sin casi inmutarnos. Conocíamos nuestras necesidades reales, y nos han creado otras nuevas. Identificarnos con una marca, tener la última tecnología o ir a la moda, es ahora una cuestión de identidad.
Consumo y depresión
Por contrapunto, a la satisfacción momentánea que nos ofrece nuestra última adquisición, se asocian las nuevas formas de insatisfacción propias de la era moderna. No tenemos tiempo para disfrutar lo que tenemos. Nos agobiamos con las obligaciones autoimpuestas para conseguir más y más. Y la depresión está considerada una de las enfermedades más importantes del siglo 21. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha advertido que para el año 2020 ésta será la enfermedad de mayor incidencia a nivel mundial. Y es que el hiperconsumismo, poco tiene que ver con la felicidad.
Serge Latouche, economista francés, está a la cabeza de una corriente de pensamiento político, económico y social que pretende cambiar esta realidad, el decrecimiento. Teniendo en cuenta que, por mucho que queramos, los recursos de la tierra son limitados, y, por tanto, nuestro crecimiento también está limitado, formuló el «Pequeño tratado del decrecimiento sereno». Un catálogo de opciones y soluciones para decrecer en lo material y crecer en lo personal.
Reducir salarios. Ganar tiempo libre
Para Carlos Taibo, profesor de Ciencias Políticas y de la Administración de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), la solución pasa por dos premisas: en las sociedades ricas tenemos que reducir tanto los niveles de producción como los niveles de consumo, y disminuir, a su vez, la actividad de ciertos sectores económicos como el militar o el del motor.
Ante la evidencia de pérdida masiva de puestos de trabajo, Taibo propone dos soluciones. Por un lado, desarrollar sectores económicos que tengan que ver con la atención de las necesidades sociales insatisfechas y el medioambiente, y por otro, trabajar menos horas, reduciendo salarios y consumo, pero ganando tiempo libre.
Primar la vida y su calidad
Y hay muchas formas de conseguir estos objetivos, pero todas pasan por la voluntariedad de las personas, por adoptar la conciencia tanto común como individual de aceptar que es posible el cambio. La idea es primar la vida y su calidad, frente a la producción, el consumo y la competitividad. Crear un ocio creativo por oposición al ocio vinculado al dinero que nos ofrecen en cada esquina. Recuperar lo local frente a lo global, donde haya una autogestión de la democracia y de los recursos.
Soluciones existen. Sólo tenemos que tomar conciencia. Se trata de aceptar el reto. ¿Estamos dispuestos a ello? ¿Podríamos convertir el decrecimiento en una realidad?