El delito de desperdiciar alimentos

Mientras 80 millones de europeos viven sumidos en la pobreza, el “viejo continente” arroja 89 millones de toneladas de comida a la basura. O lo que es lo mismo, cada europeo produce 179 kls de desperdicios alimentarios al año.

Casi nos hemos acostumbrado a ver a gente rebuscando en los contenedores de basura. Lo que antes era una imagen extraña, se está convirtiendo, en los últimos tiempos, en parte integrante del paisaje de cada ciudad. Y es que han ascendido a 80 millones, los europeos que están viviendo bajo el umbral de la pobreza. Mientras 16 millones de ciudadanos del “viejo continente” tienen que recibir ayuda alimentaria de organismos de beneficencia, un informe del Parlamento Europeo ha revelado que en Europa tiramos al año 89 millones de toneladas de comida a la basura.

En el primer puesto de esta lista negra se encuentra Alemania, que derrocha hasta 10,3 millones de toneladas de alimentos. Le siguen países como Holanda o Francia. España, en sexto lugar, tira al contenedor 7,7 millones de toneladas de productos, lo que supone que cada español desperdicia 163 kilos de comida al año.

El proceso del derroche

Buscar culpables sería injusto, puesto que no hay inocentes. El derroche se produce durante todo el proceso de la cadena alimentaria. Es decir, desperdiciamos alimentos en cada una de las fases comprendidas entre la producción agrícola hasta la mesa del consumidor, pasando por el almacenamiento, la transformación, la distribución y la gestión de cada alimento.

Si bien es cierto que el consumidor final es el que más derrocha, ya que tira el 42% de la comida, el 14% de los alimentos se pierde en la fase de la recogida y post-cosecha y el 15% en la de distribución.

En un ejemplo sencillo: los 85.230 restaurantes que hay en nuestro país, desperdician 63.000 toneladas de comida al año. De esta ingente cantidad, solo el 10% son desperdicios reales: restos de comida en el plato. Se pierde más por la mala previsión a la hora de hacer la compra y en la elaboración de los platos.

Confusión con los etiquetados

Uno de los problemas a los que suele enfrentarse el consumidor es la confusión que provocan los etiquetados. Cuando uno va a la compra se encuentra con la complicación de diferenciar el tenue matiz existente entre “fecha de consumo preferente” y “fecha de caducidad”. Para solventar dudas: mientras la primera se refiere al día en el que se recomienda haber consumido el producto (ya que a partir de ese momento no se garantiza que mantenga las propiedades que le son propias), la segunda indica la fecha a partir de la cual el alimento puede estar en mal estado y ser perjudicial para la salud.

Aunque la Comisión Europea trabaja para unificar legislaciones y obligar a poner ambas etiquetas, lo cierto es que en España, poner una u otra fecha depende del productor.

Buscando soluciones

Hay muchas soluciones para evitar el delito. A nivel de consumidor, desde hacer una lista de la compra para evitar llevar cosas a casa que no vamos a usar, y se nos caducarán en la despensa, a usar los restos de frutas y verduras para hacer mermeladas y salsas.

La mejor solución para productores y vendedores quizás sea la de donar lo que ya no pueden vender a uno de los 50 bancos de alimentos que hay en España. Ellos se encargan de recoger y clasificar los productos que posteriormente ceden a instituciones caritativas y de ayuda social.

El propio Parlamento Europeo propone estrategias para mejorar la eficiencia de la cadena alimentaria y evitar así este despilfarro de alimentos que desde 1974 hasta hoy se ha incrementado en un 50%. Y, tú ¿buscarás también soluciones?

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